jueves, marzo 29, 2012

La batalla de las imágenes

En las semanas recientes hubo un debate sobre las imágenes que mostraban los noticiarios de TV al inicio de la información del movimiento social en Aysén. En el titular visual ¿debían mostrarse las imágenes del bloqueo de caminos o las de las manifestaciones pacíficas de la multitud? Lo mismo ocurrió el año pasado con el movimiento estudiantil: ¿el titular visual debía centrarse en los desórdenes provocados por los encapuchados o en las marchas pacíficas de los estudiantes? El tema no es menor porque las imágenes que se seleccionan siempre responden a un modo subjetivo de presentar los acontecimientos.


La controversia en torno a las imágenes tiene una larga historia. El Antiguo Testamento señala No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra (Éxodo 20, 4-6). El destacado historiador del cine y ensayista Román Gubern señala en su libro Patologías de la imagen que esta especie de iconofobia pretendía ser una "protección contra la tentación idolátrica".

Este tema desató encendidos debates teológicos a lo largo de la historia y recién en el Concilio de Nicea del año 787 se legitimó la creación de imágenes. La decisión, sostiene Gubern, se justificó señalando que el honor rendido a la imagen alcanza al prototipo (translatio ad prototipum) y aquel que se inclina ante el ícono lo hace ante la divinidad. El que un Concilio tuviera que hacerse cargo del tema de las imágenes evidencia la importancia de ellas en el terreno del poder y de la construcción simbólica.

En una exposición sobre las representaciones de Jesús realizada hace varios años en Alemania los organizadores señalaron que, con el paso de los siglos, resultaba evidente que la representación de Jesús se fue europeizando, su piel fue más clara y sus cabellos ondulados y castaños o rubios.

En el cine también se han visto representaciones de Cristo muy distintas según quien las haya realizado. El cineasta Pier Paolo Passolini, en El evangelio según San Mateo (1964) y Franco Zeffirelli  en Jesús de Nazareth (1977) ponen en escena dos versiones muy distintas de Jesús.

Passolini, poeta, escritor y dramaturgo marxista, lo aborda en su dimensión histórica creando un personaje más humano que divino. Y esa mirada está reforzada con una película en blanco y negro y una estética realista. Un personaje terrenal, de este mundo.

Por su parte, Zeffirelli, un católico muy cercano al Vaticano, realiza una versión a todo color, con filtros en el lente para acentuar una imagen etérea, con un tratamiento cinematográfico que le otorga solemnidad y grandeza. Con una cámara que, más que filmarlo, lo contempla y lo venera.

Las imágenes se pueden convertir en un campo de batalla en donde se expresa una disputa de poder que tiene muchos siglos y permanece hasta hoy. La lucha por dominar el imaginario colectivo es intensa. No es casual que uno de los primeros objetivos de los vencedores de una revolución o una guerra sea derribar las estatuas y retratos del gobernante desalojado del poder.


Las imágenes no son neutras. Por el contrario, expresan diferentes visiones de la historia y del mundo que nos rodea. Así es que, atención, hay que ponerle mucho ojo a las imágenes.