En esa ocasión se dedicó largamente a elogiar a uno de los chanchos porque, a su juicio, era un gran actor, "aunque es muy divo", me dijo. Atónito, le pregunté en qué se notaba que era un gran actor. "Porque tiene convicción para actuar" -me respondió- además tiene muy buena memoria para aprenderse los textos y dice 'oinc, oinc, oinc', no se le entiende ni una huevá, pero puta que es buen actor".
Ahora yo sigo callado y para huir de ese silencio que se me está haciendo eterno le repito la pregunta. ¿Cual es el sentido de "El ojo que miente? (aludiendo al título de una de sus películas). Continúa el silencio y el asomo de burla en la mirada hasta que me dice: "para joder a Santo Tomás, Góngora, por eso de 'ver para creer', porque yo me pregunto ¿qué pasa si el ojo miente?"

En un estudio de 66 casos de recuperación de la vista en ciegos de nacimiento, le dije, embalado, M. von Senden llegó a la conclusión de que era necesario superar muchas dificultades para aprender a ver. Incluso en algunos casos se produce una crisis sicológica que puede conducir al rechazo a la vista. Algunos, explicaba el científico, deciden ser ciegos en su propio mundo que videntes en un mundo extraño.
Zajonc afirma, le digo a Ruiz, que la luz de la naturaleza y de la mente se entrelazan dentro del ojo y suscitan la visión, pero cada una de ellas por separado es misteriosa y oscura.
Termino la historia contándole que acá en Chile vemos mucha tele (post anterior, "Ojos separados del cuerpo") y que quizá el ojo se desconectó de la luz interior y de la luz de la realidad y que ahora el ojo chileno sólo contempla verdades televisivas, que son apenas una versión de la realidad entre millones de posibilidades.
Ruiz ha estado escuchándome muy atento (para vengarme, trato de que un asomo de burla se me escape por la mirada, pero no me resulta) y cuando finalizo el relato me dice: "¿viste Góngora?, me lo estás confirmando, tengo razón, hay que zarandear a Santo Tomás y aquello de 'ver para creer' porque, te insisto, ¿qué pasa si el ojo miente?
Entonces recordé que la cámara se transforma en los ojos del espectador. Y que al mirar la pantalla (post "Voyeuristas ciegos") somos voyeuristas, pero voyeuristas ciegos que miramos según los deseos del otro.