miércoles, septiembre 20, 2006

LA OTRA VIDA

Juanita y Antonio llegaban muy temprano al set de filmación y esperaban su turno en el pasillo. Mientras ella se instalaba unas raídas pestañas postizas y él armaba su jopo con un poco de gomina, se preparaban para resistir las 22 escenas que debían filmar cada día.

A fines de los años 20, cuando recién comenzaba el cine sonoro, habían sido contratados para interpretar, en español, las mismas películas que las estrellas hollywoodenses hacían en inglés.



El cine mudo podía ser universalmente comprendido, pero cuando comenzó el sonoro surgió la barrera del idioma y las producciones norteamericanas vieron restringida su difusión en los países de habla hispana.

Se decidió entonces filmar dos veces cada película: primero hacían la versión oficial con las estrellas titulares y enseguida, con la misma escenografía aún calientita, realizaban una copia pobre con actores latinos pobres.

Juanita y Antonio estaban dichosos con ese trabajo, y en más de una ocasión conversaron sobre la posibilidad de tener hijos y formar una familia como Dios manda. Soñaban también con que, algún día, llegarían a ver su fotografía en una revista glamorosa de Hollywood.

Sin embargo, las cosas no eran fáciles para ellos. Cuando entraban al set, después que habían salido las estrellas, el asistente encargado del rodaje ya estaba de mal humor y al ayudante del camarógrafo el asunto le importaba poco o nada: entre trabajar para Greta Garbo y Melvyn Douglas o para Juanita y Antonio había una gran diferencia.

Mientras la Garbo aparecía en todas las portadas de las revistas, a la Juanita y el Antonio cada mañana el portero les pedía el pasaporte a la entrada de los estudios.

La pareja trabajaba mucho y llegaban agotados a la pieza en que vivían para echarse un rato a dormir. A pesar de todo, ellos pensaban que estaban pasando por el mejor momento de sus vidas.

Pero llegó el día en que los ejecutivos decidieron que era mejor doblar las voces originales o subtitular los diálogos, así el público hispano parlante volvería a ver y escuchar a las auténticas y rutilantes estrellas, olvidándose de los Antonios y las Juanitas.



Una mañana el portero no los dejó entrar y les comunicó que habían sido despedidos, que ya no los necesitaban, que las cosas ahora eran distintas.

En plena calle, Juanita y Antonio se quedaron mirando en silencio, desolados, pensando en los hijos con que habían soñado e intuyendo que jamás lograrían cumplir el sueño de ver su fotografía en alguna revista.


En su nueva vida, que en realidad era la misma de antes, la de siempre, ya casi no se veían, porque ella tuvo que volver a trabajar de noche en algún bar de mala muerte, mientras él desde temprano en la mañana limpiaba los baños del maloliente tugurio de la esquina.



lunes, septiembre 04, 2006

HISTORIA DE UN "COJO" QUE SALTÓ A LA FAMA

Dicen que el asunto fue más o menos así. Cuando terminó la película los espectadores aplaudieron de pie. Hasta ahí, todos felices. Pero las cosas empezaron a complicarse cuando aparece una señora que le pide al público que no se retire y explica que, lamentablemente, se había cometido un grave error.

Cuento corto, el cojo se había equivocado en el orden de los rollos de la cinta. Proyectó el último antes de que correspondiera y el cuarto rollo quedó al final. Por respeto al cineasta, dijo la señora, a continuación se exhibirá la película en el orden correcto. Así ocurrió y el público aplaudió por segunda vez, aunque con menos entusiasmo que antes.

Los líos comenzaron cuando se dijo que era mejor la versión del cojo que la del director, que tenía más suspenso, que la progresión dramática de los personajes era más coherente y que el cuarto rollo era un gran final. Se armó una batahola, primero el director sospechó de los críticos, después arremetió contra el público diciéndoles que no estaban preparados para ver su obra, de vuelta lo pifiaron y cuando alguien lanzó una butaca desde la platea alta el caos se apoderó del lugar.

Mientras tanto, la fuerza pública detuvo al cojo por alterar el orden, el de la película.

Ahí fue cuando los espectadores solidarizaron con el detenido y confesaron que al terminar la versión del director efectivamente aplaudieron, pero de felicidad porque estaban muy aburridos.

Más tarde el cojo fue puesto en libertad incondicional por falta de méritos: produjo menos alarma pública que la versión del director, dijo el juez; el acto fallido del cojo tiene más valor artístico que el presunto modernismo del director, dijo un crítico de cine; no era un film de horror, era un horror de film, señaló un periodista de la Concierto; la obra se completa en la mirada del otro, dijo un tipo que iba pasando.

Cuando el cojo salió de la cárcel una multitud lo vitoreó y a los pocos días ya estaba convertido en el invitado estrella de múltiples espacios de TV. Guardó la plata, se hizo millonario, se compró una sala de cine y siguió trabajando como proyeccionista, decisión que terminaría por lanzarlo definitivamente al estrellato.

En la actualidad continúa mezclando rollos, pero de películas distintas, a sala llena. Los espectadores comienzan viendo una parte cualquiera de "Lo que el viento se llevó", siguen con un par de escenas de "Romeo y Julieta", y terminan con el inicio de “Kill Bill 2” cuando Uma Thurman va en el auto.

Los productores, por su parte, rendidos ante el talento del cojo, intentan contratarlo como guionista. El cojo se niega, dice que no quiere perder libertad artística.