martes, octubre 24, 2006

TELEVISION CIUDADANA

Este mes se cumplieron 49 años de la TV chilena y me invitaron a la UNIACC a participar de un debate con el tema “¿Cuál es la TV que queremos?”. Fue conducido por Patricia Politzer y además estaban Jaime de Aguirre, de Chilevisión, Ricardo de la Fuente, de Canal 13, y Jorge Navarrete, Presidente del Consejo Nacional de TV.

Aquí van las breves notas de mi intervención, teníamos sólo diez minutos cada uno y me habría gustado plantear más cosas porque el tema es complejo, pero ya.

Es fundamental que, desde diversas instancias, se lleve a cabo una reflexión crítica sobre la TV chilena considerando la importancia y el impacto de ella en la sociedad.

El debate y la crítica son aún más importantes en el caso de TVN por su condición de canal público al cual, legítimamente, se le hacen más exigencia que al resto de los canales.

1. Televisión y liderazgo.

Los canales deben cumplir una tarea de liderazgo que implica escuchar las demandas respecto de la TV, potenciar su capacidad de generar nuevas propuestas y llevar a cabo un rol orientador.

Si la TV sólo se dedica a satisfacer las actuales expectativas de las audiencias deja las cosas donde mismo y eso huele a demagogia.

Si la TV propone sin escuchar corre el riesgo de caer en un iluminismo de minorías que funcione de espaldas a las personas.

Así como el rol de un líder no es dejar las cosas donde mismo, el destino de un líder no puede ser terminar aislado.

En síntesis, una verdadera interlocución debe equilibrar la capacidad de escuchar y la voluntad de generar innovaciones; la de responder a las demandas de las audiencias y la de orientar. Hay que liderar, no marcar el paso ni esconderse. Hay que tener los pies en la tierra, pero para volar.


Pero además esa interlocución, para ser efectiva, debe estar en sintonía con las demandas de los ciudadanos.

Ver TV, es decir, ser audiencia, es sólo una faceta de la vida. Los ciudadanos, además de ser audiencias por algunas horas diarias, tienen ideas acerca del país y de la TV, propuestas y críticas, insatisfacciones y esperanzas, rabias y ganas. La conexión con el amplio y diverso mundo ciudadano es vital.


2. Estandarización e innovación.

Los canales de TV, impulsados por su necesidad de autofinanciarse en el mercado –esas son las reglas del juego que existen hoy- tienden a estandarizar aquellos programas masivos que les producen rentabilidad económica y los convierten en paradigmas de “lo exitoso”. El problema es que esta dinámica puede provocar una parálisis creativa que deja a la TV donde mismo, condenada a plagiarse eternamente.


La innovación debe ser un proceso permanente de creación y propuestas que permite generar nuevos contenidos y vínculos con los ciudadanos. Pero la innovación no se da por casualidad. Requiere de voluntad editorial; de políticas que la implementen; de la incorporación de nuevos talentos; de la gestación de laboratorios creativos y de incubadoras de proyectos; de recursos económicos y humanos.


3. Un escenario en movimiento.

El escenario actual es complejo (dejo pendiente por ahora el tema de la TV digital) y numerosos estudios indican que la primera década de Internet afectó fundamentalmente a la prensa escrita. Dato: los 20 principales periódicos norteamericanos han disminuido su venta.

Los mismos estudios indican que en la segunda década de Internet el cine y la TV serán los principales afectados. Eso va a suceder, entre otras razones, porque Internet ahora es audiovisual.

Otro dato relevante es que está en marcha un proceso muy vital que demuestra que las personas tienden a premiar la generación de contenidos independientes.

Un par de ejemplos. Hace un año atrás existían 19.6 millones de blogs activos, , se creaban más de 80 mil diarios, 1 por segundo y se suponía que se iban a duplicar en cinco meses. Pues bien, el crecimiento fue más acelerado y hoy se habla de 50 millones de blogs.

Por otra parte, los blogs han ido complejizando su lenguaje. Al comienzo eran puro texto, luego se incoporaron fotografías y más tarde materiales audiovisuales.

Lo mismo ocurrió con los usuarios y con las características de estos sitios. Al inicio predominaban los diarios íntimos escritos por adolescentes y hoy numerosos periodistas, académicos, escritores, científicos, creadores, intelectuales, etc., usan cotidianamente sus blogs para informar, difundir sus ideas y puntos de vista.

Existen también experiencias colectivas como Wikipedia y You Tube (“Broadcast yourself”). Este último sitio, con millones de visitas por minuto, se ha convertido en una especie de televisión alternativa realizada por personas no especialistas que están repartidas por todo el planeta.

(Breve paréntesis. Cuando hablé de You Tube algunos me miraron con cara de este tipo le está poniendo mucho. Bueno, me imagino que ahora piensan distinto porque, pocos días después, se informó que Google compró You Tube en 1.650 millones de dólares. Fue un negocio entre cuatro millonarios jóvenes, dos por lado. El menor tiene 27 años y el más viejo 35.)

El escenario no sólo es complejo sino que se mueve rápido y cada día surgen nuevos actores. El que pestañea pierde.

4. Los desafíos.

Hoy día el gran desafío de la TV es la calidad editorial, es decir, los contenidos. Antes, cuando se hablaba de calidad, todo el mundo se refería a aspectos técnicos. Bueno, resulta que ahora el mono ya se ve y se escucha bien, y la calidad técnica está lograda hace rato. El tema hoy son los contenidos, la capacidad de hacer una televisión ciudadana.

En resumen, la TV tiene que potenciar un liderazgo auténtico capaz de escuchar, proponer y orientar, y además desatar sus posibilidades de innovación.

El líder no es el que hace lo que ya sabemos, no es el que se repite hasta que la saturación lo deja sólo, por fome. No. El líder, si quiere hacer viables sus ideas crea un capital de riesgo y destina un porcentaje de sus utilidades para potenciar la innovación. El temor no lo paraliza, va adelante, se mueve, propone, arriesga. Así se hizo Franja del No para el plebiscito del 88, cuando había muchas más posibilidades de perder que de ganar.

Y, lo más importante de todo, el líder no espera que se den las condiciones óptimas. Las crea.

martes, octubre 03, 2006

LA CIUDAD INTERIOR

Hace algunos días apareció en la prensa la actriz sueca Anita Ekberg, que acaba de cumplir 75 años, y dice que ha visto tantas veces La Dolce Vita, la película de Federico Fellini que la lanzó a la fama, que si tuviera que verla una vez más seguramente vomitaría.

Entonces recordé el tumulto.



La noche es fría y hay ráfagas de viento que se esparcen con fuerza por las calles de la ciudad. En una sala de cine, centenares de trajes elegantes pasean por el vestíbulo mientras las joyas se intercambian sonrisas y destellos.

Durante la función el director de la película está sentado entre el público, tratando de no adormecerse con la infinidad de perfumes que compiten en silencio para justificar su asistencia al evento.

Cuando todo termina y se encienden la luces algunas manos dispersas aplauden, pero pronto son apabulladas por los abucheos.

Los trajes y los perfumes comienzan a salir de la sala y en el vestíbulo un abrigo de visón se abalanza sobre el director y le grita ¡usted quiere que caigamos en manos de los bolcheviques!, mientras un impecable frac negro se acerca y lo escupe en la cara.

Es el 5 de febrero de 1960, en Milán, Italia, la noche en que Federico Fellini y Anita su esposa Giulietta Masina, acompañados de Marcello Mastroianni y Anita Ekberg, concurrieron al estreno de La Dolce Vita. El tumulto era sólo el preludio de una encarnizada batalla librada en los medios de comunicación, los púlpitos, el parlamento y las calles.

La película transcurre en la Vía Veneto, centro del llamado jet set, frecuentado por la realeza, hijos de dictadores latinoamericanos, escritores, publicistas, empresarios, trepadores, estrellas sin destino, vendedores de portadas y un periodista demasiado seducido con los acontecimientos que cubría en la alta sociedad romana. Es decir, un ejército desesperado por divertirse de cualquier modo para atenuar el aburrimiento y el vacío.

Algunos parlamentarios trataron de prohibir la película, un jesuita la consideró una crítica necesaria, alguien dijo que era una obra maestra, L'Osservatore Romano la calificó de indecente y desagradable, más aún, obscena y sacrílega, grupos católicos trataron de que nadie la viera y los ciudadanos asistieron multitudinariamente a las salas de cine que la exhibían.

Los italianos fueron sacudidos por la historia porque los personajes de la pantalla pululaban por el mundo real, el de todos los días. La Dolce Vita fue tomada como una acusación social, moral y política de una sociedad que había reducido el crecimiento económico de posguerra a la búsqueda de objetivos materiales y diversiones vacías.

Fellini sólo dijo que La Dolce Vita no era la Roma visible sino un reflejo del espíritu, una ciudad interior.

Hace 13 años murió Fellini, y hoy nos hace tanto sentido la metáfora de la ciudad interior, la que bulle por debajo, la que es mejor que asome, para que nos miremos y nos reconozcamos, antes de perdernos en laberintos de superficie y olvidar cuales eran los sueños, por donde iban las ganas.