

Me imagino que ese frágil y delicado proceso de ponerle palabras a las emociones está siempre al borde de la traición, ante el peligro de que las palabras terminen por interpretarse sólo a sí mismas renunciando a las emociones primigenias que las parieron.
Es curioso que la autenticidad parece desplegarse con mayor fuerza en los territorios misteriosos. Pero la autenticidad también tiene sus muertes.

¿Qué mierda es esta? ¿Sólo sonrisas? ¿Todos felices y siempre optimistas?
Cómo renunciar a un rostro que devele esa región solitaria del alma que sólo la tristeza puede reflejar. Cómo no fotografiar la mirada perdida de unos ojos opacos de nostalgia.
Seguramente esas fragilidades serán rechazadas por el disparador automático de la cámara y el detector facial se convertirá en una especie de policía del alma que proscribe las emociones que no se expresen en una sonrisa. Y entonces resulta que el detector sólo registrará almas sepultadas por una alegría obligatoria.
Griffero sostiene que el teatro le pone palabras a las emociones, mientras el detector facial las proscribe. ¿Esa es la diferencia entre el arte y la tecnología?
Bueno, pero este verano ha tenido de todo. Gracias a una generosa invitación del cineasta Andrés Wood, una de estas noches tuve la oportunidad de disfrutar una cena con Francis Ford Coppola junto a otras nueve o diez personas.

El encuentro fue privado y en un tono calmo, así es que tuve aguantarme las ganas de sacar cámara y registrar, aunque fuera brevemente, una conversación con el director de El Padrino, Apocalipsis Now, Drácula y otras películas notables. Confieso que me costó mucho, pero no podía traicionar la hospitalidad de los anfitriones.
La cena fue larga, tranquila, a ratos divertida. A Coppola le gusta conversar acerca de la comida: crónica de una aceituna, comparaciones de mariscos de diversas regiones, el vino, el aceite, la fruta, los olores, etc.
Me acordé del relato de un amigo que estudió en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba. Me contó que Coppola fue su profesor y que en no pocas ocasiones algunas clases se llevaban a cabo mientras el cineasta les preparaba un gnoquis inolvidables tanto por los resultados como por el cocinero.
Además de la comida, mucho cine. Obviamente, quisimos saber de la película que está filmando en Argentina ("una película muy personal") y era imposible no preguntar acerca de los mitos en torno a El padrino o Apocalipsis Now.
A propósito de esta última, reviso de nuevo el libro de Eleanor Coppola, esposa de don Francis, "Notas a Apocalipsis Now. Diario de una filmación". Escrito en 1979, está basado en notas que ella fue tomando durante el rodaje en Filipinas con el objeto de hacer un documental.Allí se relatan los hitos de una especie de maldición que terminó con Coppola quebrado económica y emocionalmente: los decorados arrasados por un tifón; Martin Sheen, el protagonista, sufre un ataque al corazón a mitad de rodaje; Marlon Brando llega a Filipinas sin haber leído el guión y con muchísimos kilos de más (de ahí que Coppola tuvo que trabajar fundamentalmente con primeros planos y sombras que ocultaran su inmensa humanidad); los helicópteros prestados por el gobierno eran retirados para combatir a la guerrilla, etc.
Por si eso fuera poco, Eleanor Coppola relata en una de sus notas que "he oído que uno de los editores robó todo el final de la película, rollos y rollos de película, y que le ha estado mandando cartas llenas de ceniza a Francis durante una semana. George Lucas me dijo: "¡Oye, podrías hacer un documental sobre esto!"
Todo esto ocurre mientras Sofía Coppola gatea cerca de su madre y juega con plasticina, mucho antes de realizar, entre otras, películas como "Vírgenes Suicidas", o (me vuelvo a poner de pie) "Perdidos en Tokio" o (ahora me siento) "María Antonieta".
¿Por qué despidió a Harvey Keitel de "Apocalipsis Now" luego de un mes de trabajo? El tipo se quejaba por todo, que la comida era mala, que el hotel de Brando era mejor, que esto, que lo otro... Como el trabajo iba a durar un año (al final duró bastante más tiempo) supo que no iba a poder soportarlo durante todo un año, lo despidió y contrató a Martin Sheen, que después sufrió el ataque al corazón.

Bueno, en la noche cálida con olor a mar y ruido cercano de las olas Coppola salta de un tema a otro, relata anécdotas, es curioso y pregunta, sonríe a menudo, disfruta, lejos, muy lejos de todo aquello que alguna vez le hizo afirmar "mi película no es sobre Vietnam, es Vietnam."