Así están las cosas, la vida no es fácil, el cine tampoco, el que pestañea pierde, los poderosos de la industria hollywoodense se mueven rápido y pisan fuerte, hay muchos talentos emergentes, la competencia es intensa, el público infiel y muchas veces dice si te he visto no me acuerdo y vamos a la próxima.

Hay muchas maneras de mirar una película, con "Dawson..." me fui enganchando con algunos aspectos y fragmentos de la historia. La fotografía de Ioan Littin es sobrecogedora, tiene la textura y los colores inciertos de almas tristes, esas que ya no pueden pensar en el futuro y tampoco en un pasado que repentinamente desapareció mientras el presente se limita al dificultoso intento por sobrevivir. Es una fotografía que tiene que ver más con las emociones de los personajes que con el paisaje áspero que los rodea.
También es notable el trabajo de Ioan con la cámara que a ratos se agita, se va encima de los personajes y los escudriña como si fuera otra amenaza que los acecha. En otros momentos, en cambio, la cámara se transforma en otro ser, uno que pareciera tener piedad y que juega a desaparecer, a no existir, a observar con distancia y una sutil discreción a los personajes y sus circunstancias.
En la dirección Miguel Littin no construye una estructura narrativa precisa y opta por una progresión dramática basada en una tenue acumulación de emociones desde la narración de diversos fragmentos. Es una apuesta riesgosa porque los que no vivieron en aquella época pueden tener dificultades para comprometerse emocionalmente, pero Littin nunca abandona su opción y logra una coherencia que es fruto de su oficio y madurez.
Una mención especial merece el magnífico trabajo de Luis Dubó interpretando a un soldado rudo que, sin embargo, es capaz de percibir que algo anda muy mal en Dawson y reaccionar con humanidad.

Y, cómo no, se agradece que Sergio Bitar, interpretado por Benjamin Vicuña, escribiera el libro en que se basa la película y que haya tenido el coraje para publicarlo en 1987, cuando ser oposición y denunciar los atropellos no era precisamente un juego amable.