viernes, junio 11, 2010

El fútbol es extraño

El fútbol tiene varias capas de lectura y allí reside uno de sus atractivos. Los hinchas, los cánticos, las caras pintadas y los tambores construyen una representación que va mucho más allá del juego.

A lo largo de toda la historia de la humanidad el deporte fue uno de los territorios desde los que emergían los héroes que proporcionaban felicidad a sus pueblos. Los vencedores se convertían en el emblema de las naciones y construían un piso emocional para enfrentar desafíos en distintos ámbitos de la vida. Por ello resulta interesante darle una mirada al fútbol desde distintos relatos.

Uno de los que más me gusta es "Buba", de Roberto Bolaño, que está en el libro de cuentos "Putas asesinas". El narrador es un tal Acevedo, chileno que juega en España en el mismo equipo de un mediocampista sudafricano. La historia penetra en ciertas intimidades de los jugadores y está salpicada de ritos, sueños, sangre, vírgenes negras, locuras y ambiciones. El fútbol es extraño, dice Acevedo, cuando recuerda que durante un partido los defensas rivales parecen haberse quedado estáticos un poco antes de que Buba hiciera un gol.

El cine recrea otras rarezas de este deporte. En el libro "Fútbol y cine", Carlos Marañón realiza la crónica de las diversas películas que abordaron el fútbol o que lo tenían como escenografía de alguna historia. Entre otras, está "Escape hacia la libertad" ("Victory", John Huston, 1981). En plena segunda guerra a los nazis se les ocurre armar un equipo de fútbol para enfrentar a los prisioneros de un campo de concentración recurriendo a todo tipo de trampas para humillar y derrotar a los aliados. En este caso la guerra se traslada a una cancha de fútbol, pero no les resultó porque en el equipo de los prisioneros estaban Stallone, Pelé, Ardiles, Bobby Moore y otros cracks. Cuando el cine va a la guerra el panfleto parece inevitable. E insoportable.

En centroamérica fue al revés, el fútbol derivó en una guerra: las hostilidades entre los hinchas de El Salvador y Honduras durante las eliminatorias para el Mundial de México terminaron en un conflicto armado entre ambos países con bombardeos y demases. El incidente está magistralmente descrito en el reportaje "La guerra del fútbol" del periodista polaco Ryszard Kapuscinski cuando señala que en algunas ocasiónes "en América Latina la frontera entre el fútbol y la política es tan tenue que resulta imperceptible".

Ahora, el delirio se ha desatado y nada lo detiene. El planeta está reunido gracias a las más sofisticadas tecnologías y ha llegado la hora de los semi dioses. Todos se preparan para una representación simbólica de la guerra y los tambores ya suenan.

No es casual que en el acto inaugural la primera canción que interpretó Shakira, diosa de este Mundial, se llama "Loba", y comienza con un aullido.

martes, junio 01, 2010

"¡Donde está Dennis Hopper!", dijo John Wayne


Estuvo a punto de matarse con cuanta droga se le pasó por delante pero lo salvaron sus amigos, el amor por el cine, las ganas de vivir o quizá aprendió a quererse, a buscar su destino, a ser un motero tranquilo. Fue parte de una generación que se encontró con una industria en decadencia. El público escaseaba, la TV crecía cada día, los dueños de Hollywood no estaban entendiendo que la sociedad de los sesenta cambiaba vertiginosamente, que las historias que se narraban estaban lejanas a la vida cotidiana y que todo en la pantalla parecía de mentira cuando lo que se estaba buscando era cambiar al mundo. Al final, los dueños de la industria se terminaron convenciendo de que su salvación estaba en los jóvenes: Coppola, De Palma, Lucas, Nicholson, Polansky, Spielberg, Beatty, Fonda, y entre ellos, al comienzo bien piola y después no tanto, Dennis Hopper.

James Dean, gracias a Nicholas Ray, había dejado las cosas en un punto sin retorno en “Rebelde sin causa”. El conflicto generacional ya se había instalado y con “Easy ryder” (“Busco mi destino”) quedaron fuera las carreras suicidas arriba de un auto y agarraron moto para salir a descubrir América. Dean reclamaba en los Cincuenta porque sus padres no lo comprendían pero Fonda, Nicholson y Hopper no trataron de cambiarlos, hicieron algo mucho más entretenido: los abandonaron y salieron a buscar su destino. Era mejor hacer el viaje y salir a explorar el territorio, descubrirse a sí mismos y ver a gente real en situaciones reales.

Se dieron cuenta rápido que en esa época había que arrancar para adelante, quedarse donde mismo era retroceder, el protagonismo de los jóvenes había llegado, no había vuelta atrás.
Los dueños de Hollywood entreabrieron la puerta y les dieron la pasada porque no se les ocurría otra cosa para salvarse y los cineastas jóvenes entraron con ganas de terminar con la industria pero después fueron envejeciendo y ni siquiera hubo que echarlos.


Pero la vida no era fácil. Peter Biskind en “Moteros tranquilos, toros salvajes” relata que un día John Wayne, el ícono de los conservadores, el cowboy eterno, el que usaba pistola no sólo en las películas, llegó a los estudios de la Paramount buscando a Hopper enfurecido porque lo consideraba responsable de todos los disturbios pacifistas. “¡¿Dónde está ese maricón de Hopper?! ¡Quiero a ese rojo cabrón, ¿donde se ha escondido el muy comunista?!” Hopper, que era un poco loco pero no gil, efectivamente se había escondido en el tráiler de un actor. Mientras Wayne estaba en ese afán su amigo Nixon invadía Camboya.

Dennis Hopper es un retrato de su generación: la rebeldía, los fracasos, algunos sueños rotos y al final, después de todos los dolores y las heridas, queda el talento y la audacia.