
Estas iniciativas han tenido una fuerte repercusión en las redes sociales, que son la instancia en donde los ciudadanos conversan entre ellos al margen de lo que digan, o no digan, las elites. Más aún, no están esperando que ellas se pronuncien. Las sociedades se reflejan por lo que dicen, y también por lo que no dicen. Son los silencios de la elite los que a menudo impulsan a los movimientos sociales. Este fenómeno ha sido particularmente relevante porque refleja la orfandad de los ciudadanos respecto del mundo político que, en este tema, y en muchos otros, parece mudo. Cuando la elite carece de narrativas acerca del futuro las cosas se complican no sólo por el vacío sino por una eventual pérdida de legitimidad.
Ante la ausencia de relatos los ciudadanos han decidido hablar entre ellos. Se hastiaron del silencio de quienes deben hablar, parlamentar, proponer. Ahora los jóvenes quieren hacerse cargo de sus inquietudes. Una sociedad sin relatos entra en crisis respecto de su identidad, de su historia y, lo que es aún más grave, respecto de una visión de un futuro compartido. En suma, se instala una crisis de sentido, que es precisamente lo que los relatos tratan de resolver. Tener un relato permite convocar y unir a muchos en torno a una causa común para modificar el futuro.
En su libro “Ontología del lenguaje”, de Rafael Echeverría, texto que he conocido en el taller sobre el Arte del Coaching Profesional (ACP), dirigido por Julio Olalla desde Newfield, el autor recuerda que somos la única especie que inventa historias. Producimos historias y somos producto de ellas, dice. Habitamos en los relatos acerca de uno mismo, del país, del mundo, etc., y producimos relatos para construir identidad y para cambiar el curso de los acontecimientos.
Homero, del que se dice que era ciego, pero no sordo ni mudo, comienza el Canto I de la Odisea diciendo: “Cuéntame, Musa, la historia del hombre de múltiples senderos”. Homero se exigía a sí mismo ser capaz de crear un relato para comprender, para otorgarle sentido a la existencia.
Es tiempo de narrar historias y relatos que se hagan cargo de las inquietudes, que generen propuestas y acciones. Lo peor es la mudez, el silencio y la parálisis.