miércoles, junio 15, 2005

ULTIMOS INSTANTES MIRANDO AL CIELO.

La muerte lo andaba rondando, nadie sabía desde cuando ni por qué, pero el 30 de septiembre de 1955, a la hora del crepúsculo, le puso sus garras encima a James Dean.

Esa tarde conducía su flamante Porsche por una carretera del Estado de California, la 466, cuando en el cruce con la 41 un Ford se atravesó en el camino y se estrelló contra él. Su último gesto fue levantar instintivamente las manos para protegerse del golpe y para no encontrarse cara a cara con la muerte. Quedó tirado entre los asientos de su descapotable y por algunos instantes alcanzó a mirar el cielo.

La muerte, porfiada, lo andaba buscando hacía rato. Ese mismo día, unos pocos kilómetros antes del cruce con la 41 otro automóvil estuvo a punto de embestirlo pero, en el último momento, Dean había logrado esquivarlo. Suspiró aliviado pensando que tenía suerte, que estuvo a punto de morir, que se había salvado milagrosamente, que el sol de la tarde era delicioso, que no faltaba tanto para llegar a su destino.

La muerte, ya sabemos, porfiada, se indignó cuando se le escapó y poco después, en su segundo intento, finalmente dejó caer las sombras de la noche sobre James Dean, de 24 años.

La muerte, intransigente, por si acaso, remató, aunque ya no era necesario. Más tarde, cuando el cuerpo inerte era trasladado al hospital la ambulancia chocó con otro vehículo, lo que se convertía en el epílogo de la puesta en escena que la muerte concibió para James Dean.

Con sólo tres películas -“Al este del paraíso”, “Rebelde sin causa” y “Gigante”- se convirtió en un símbolo. Junto con James Dean, en una época que comenzaba a sacudirse del conformismo, los jóvenes comenzaron a existir y a rebelarse contra la sociedad, la escuela y la familia en un país inmovilizado por la guerra fría y el conformismo.

Lejos de los personajes duros y de gatillo fácil de la época –John Wayne, Gary Cooper y otros- el Jim Stark de Dean en “Rebelde sin causa” expresaba muchas características del actor. Tímido, vulnerable, con una rabia contenida ante un mundo prejuicioso que discriminaba a los jóvenes y que había decidido no adaptarse sino tratar de ser auténtico.


Dicen que dijo que “tengo la sensación de que hay algunas cosas en esta vida que simplemente no pueden evitarse, porque atraemos nuestro propio destino. Quiero sentir las cosas y experimentar al máximo. Disfrutar lo bueno de la vida mientras dure.”

1 comentario:

Juan Manuel Rivera Mardones dijo...

Estimadado Augusto
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