miércoles, abril 12, 2006

PRESENCIA DE UNA AUSENCIA

Vagabundeo por varios temas, ninguno me convence, abro mi cuaderno de notas, rastreo, linkeo, busco alguno que detone una chispa...

... construyen un puente que no da el ancho, que no llega a las orillas; en China se realiza un Congreso sobre el wáter; un fotógrafo asesinado registra la imagen del victimario; entregan el premio al peor inicio de una novela; el Ministro de Cultura del gobierno de Hamas prohíbe la danza del vientre; una mujer de California es objeto de estudio porque es la única persona en el mundo que posee “una memoria perfecta”. Esto está bueno, pulsó alguna tecla interna. Se dice que ella puede recordar minuto a minuto todo lo que ha ocurrido durante su vida. Su cerebro funciona de manera diferente, pero no se ha logrado descubrir el motivo.

Pobrecita. Acordarse de todo debe ser abrumador. El tema de la memoria me apasiona, tiene que ver con mi historia. En los ochenta un grupo de amigos escribimos un largo reportaje en tres volúmenes que se llama “Chile. La Memoria Prohibida”. Es la crónica de la violación de los derechos humanos realizada a medida que iban sucediendo hechos terribles. Por esos días nos impulsaba, quizá para poder soñar un futuro, la necesidad de combatir el olvido.




Lo titulamos así porque en este país estaba prohibido tener memoria, incluso era peligroso, y por eso quisimos relatar lo que no estaba permitido relatar. Un par de años antes, con otros amigos, hacíamos unos documentales medio clandestas bajo el título genérico de Teleanálisis. Entre otros, realizamos un documental llamado “Las imágenes del país invisible”, que aludía a la vida cotidiana en Chile durante la dictadura. Vida, y tantas veces muerte cotidiana, que era excluida de la TV de esos años y que sólo mostraba una realidad de utilería. El país real se había tornado invisible, pero tomamos una cámara y salimos a registrarlo.



Me importa la memoria, y también me importa el futuro. Creo que la manera más fecunda y creativa de enfrentarlo es teniendo memoria.

En un terreno similar alguien, ahora no recuerdo quien... ¡qué paradoja!... ahora sí, me acordé, fue Naum Kramarenco el que dijo que un país sin cine era como una familia sin álbum de fotos. Kramarenco era un cineasta chileno que en los años cincuenta hizo una película que se llama “Tres miradas a la calle” que estaba inspirada en el cine neorrealista italiano, una corriente que se aproximaba a la vida cotidiana reivindicando “la estética de la realidad.” Una estética franca, sin maquillaje, que buscaba las historias y emociones reales de personajes reales. Desde esa vocación surgió “Las imágenes del país invisible”.

Y antes de eso (no hay caso, cada acontecimiento es hijo de un acontecimiento anterior) estuvo mi tesis de grado en periodismo, una introducción a la semiología de la imagen que nos llevó a explorar la teoría del signo. El signo es un objeto (una palabra, una imagen) que sustituye al objeto o sujeto representado (una casa, una mujer). Por lo tanto, el signo se refiere “la presencia de una ausencia, ” expresión de Sartre que más tarde retoma Edgar Morin en “El cine o el hombre imaginario” (imperdible).

Existe una sutil belleza en esta afirmación. Es un punto en el cual la teoría adquiere un halo poético y también la vida fluye por un delicado camino inverso: la lucidez de la poesía ilumina ciertos conceptos abstractos.

El tema de la memoria también está en el centro de la novela de Umberto Eco “La misteriosa llama de la reina Loana”. El protagonista pierde súbitamente su memoria. No sabe quien es, tampoco quienes son los otros. Poco a poco comienza a vislumbrar fragmentos de la memoria y su esposa lo convence de irse a vivir a la casa donde transcurrió su infancia, pensando que al reencontrarse con los objetos que lo rodearon iba a recuperar su memoria.



Interesante la propuesta (mientras escribo, el recuerdo de un triciclo rojo hace fluir mi memoria emotiva), porque los objetos de la infancia se convierten en signos de algo tan intangible como el recuerdo de una tarde gris o un instante de felicidad. Los objetos que nos acompañaron tienen el poder de constituirse en “la presencia de una ausencia”, de aquello que fue y que nunca más será.

Pobre mujer de California, que automática y mecánicamente recuerda todo. Creo que la memoria deber ser también un acto de la voluntad, una opción ética, una lucha contra el olvido.

Recordar viene del latín recordari y en algunos lugares significa despertar, es decir, dejar de dormir. Recordari también significa volver a pasar por el corazón; seguramente es por eso que la memoria está llena de emociones.


Me encanta el linkeo veloz, unas pocas palabras, “una mujer de California posee una memoria perfecta”, desataron un pequeño relámpago y una escritura viajó con cierta autonomía por diversos ámbitos, buscando el alma y los recuerdos, quizá para otorgarle presencia a las ausencias.