lunes, enero 08, 2007

Imágenes (8) MONÓLOGO DE UN ÁRBOL

Citas y anotaciones dispersas en algún cuaderno, servilleta o papelito guardado en el bolsillo que se escapó de la lavadora. Aquí seleccioné algunas que tienen que ver con el cine, la imagen y la semiología visual.

“Nobody knows nothing”, Nadie sabe nada, afirmó William Goldman en “Aventuras de un guionista en Hollywood” y provocó escozor y debate en una de las industrias más arrogantes, y mediocres, que existen. Los ejecutivos temblaron y salieron a rebatirle. Goldman quería decir algo muy simple: las fórmulas y recetas, si es que hay, duran poco. Lo mismo vale para la industria de la televisión.


Antes, Orson Welles había sostenido que “en el cine las cosas buenas ocurren por accidente. Los directores dirigen accidentes.”

Parece que es cierto. Los productores de “Tiburón” revelaron que cuando tuvieron que filmar, al inicio de la película, la escena de una mujer bañándose en el mar mientras el tiburón se aproximaba a ella bajo el agua, el robot no estaba listo. Entonces, tuvieron que sugerir que el tiburón, sin verse, la arrastraba de un lado a otro. En realidad, era un buzo el que lo hacía. Al final resultó una de las escenas más terroríficas y efectivas de la película. Un productor afirmó que si entonces hubiera existido el cine digital “nos habríamos perdido esa escena.” Cierto lo de Welles, los directores dirigen accidentes.

“Los pacientes dirigían el manicomio”, dijo el actor George Clooney refiriéndose al cine norteamericano de los 70, el más duro y contestatario que hayamos visto en esa industria. Se refería a la nueva generación de productores y directores que ingresaron a la industria. En las oficinas donde antes se tomaba wiskhy, en esos años había olor a marihuana. (ver el post "Otra vez la primavera", agosto 2005).

La industria estaba en problemas, perdía el equilibrio conservador, la estabilidad estaba en peligro, como sucede en las buenas películas, o en el teatro.

Jordi Balló, "Imágenes del silencio: Los motivos visuales en el cine" (2000): “para que el espectador disfrute hay que poner siempre la estabilidad en peligro”.

Marco Antonio de la Parra, “Cartas a un joven dramaturgo”(1995): "Hay que recordar que nada nos atrae más que lo desequilibrado, pero cuando está cayendo. No podemos dejar de mirar a alguien que está luchando por recuperar el equilibrio. El drama es eso: el rescate de algún equilibrio posible. El desenlace es el sujeto otra vez en pie. O caído. () Toda pieza teatral es una caída, la amenaza de una caída, la sensación de peligro constante."

Investigando el cine desde diferentes ángulos, un grupo de periodismo hicimos nuestra tesis de grado sobre la semiología de la imagen, en breve, un estudio sobre los mecanismo de significación en el cine. Por esos días nos sorprendió la eficacia de una escena de “Tiburón”.

En el primer tercio de la película al escualo le disparan un arpón que está conectado a una boya amarilla, un objeto que, cuando estamos en el mar, nos tranquiliza, por lo menos hay de donde agarrarse si uno tiene problemas. Bueno, el asunto es que en un momento del relato sabemos que la boya amarilla está conectada al tiburón.

Varias escenas después alguien se baña plácidamente mar adentro. La cámara está a ras del agua y en plano general . De pronto, muy cerca de la cámara, mientras alguien sigue nadando en el mar, irrumpe una boya amarilla y todo el cine grita de espanto. ¡Cuidado!, puede haber gritado alguien del público.

Semiología pura. En rigor, nadie tendría que asustarse con una boya amarilla, pero Spielberg en esa escena le cambió dráticamente el significado a ese signo visual.

No es el único misterio semiológico de la imagen. En “Me llamo Rojo”, gran libro de Orhan Pamuk, (1952, Estambul, Turquía), Premio Nobel de Literatura 2006. En el capítulo 10 leemos el monólogo de un árbol. El libro refiere al antiquísimo conflicto entre religión e imagen. Realizar una imagen durante largos siglos fue considerado una herejía y un acto de arrogancia y soberbia frente a Dios. La Iglesia Católica lo resolvió parcialmente en el Concilio de Trento.

Bueno, el asunto es que el árbol, que es un árbol pintado en la página de un libro, se queja de ciertas modernidades del siglo XVI, en particular aquella que dice relación con el realismo y la precisión de la pintura que llega al extremo de que cualquiera podría reconocer en un bosque al árbol que sirvió de modelo.

El compungido árbol expresa su rechazo “no porque todos los perros de Estambul me habrían tomado por un árbol auténtico y se me habrían meado encima. Sino porque yo no quiero ser un árbol, sino su significado.”

(Este post es parte de la serie Imágenes y está precedido de los siguientes:

I. "El sonido del agua", agosto 2005;

II. "Mucho ojo", agosto 2005;

III. "Voyeuristas ciegos", septiembre 2005;

IV. "Comentarios de un voyeurista ciego", septiembre 2005;

V. "Películas para irse a vivir", septiembre 2005;

VI. "Ojos separados del cuerpo", octubre 2005;

VII "El ojo que miente", octubre 2005.)