jueves, mayo 19, 2011

Jóvenes, el baile de los que sobran

La polémica sobre HidroAysén hizo visible una tendencia que parece fortalecerse con el paso de los días. Jóvenes de las más diversas ciudades de Chile se autoconvocaron a través de las redes sociales para manifestar masivamente su desacuerdo con la aprobación del proyecto.

Seguramente ellos siguieron detenidamente la autoconvocatoria de los jóvenes en Egipto donde el movimiento produjo finalmente la caída del dictador Mubarak que llevaba 31 años en el poder. No creo que quieran derrocar a nadie pero tampoco están esperando que alguien los invite, especialmente porque durante tanto tiempo nadie los ha convocado a una tarea que ellos consideren relevante. ¿Se acuerdan de Los prisioneros ? “¿Únete al baile de los que sobran/ nadie nos va a echar de más/ nadie nos quiso ayudar de verdad…”

Por estos días recordé la película “La dura realidad” (“Reality bites”, 1994, dirigida por Ben Stiller) en la que el personaje de Wynona Ryder es una estudiante que está realizando un documental. El profesor le pregunta cuál es el tema de su trabajo y ella le dice que es sobre una generación sin referentes, sin héroes, sin líderes. Ante la extrañeza del profesor remata su discurso diciendo “lo que pasa es que nuestros padres cambiaron la revolución por el jogging.”

¿Ocurre algo similar acá? Parece que sí. A inicios de los Noventa surgió el dicho de que “los jóvenes no están ni ahí”. Curiosa afirmación si se toma en cuenta que sólo pocos años antes los jóvenes habían sido protagonistas de las movilizaciones contra la dictadura. Quizá cuando volvió la democracia “no estaban ni ahí” porque nadie los convocó o porque comenzaron a ser considerados un estorbo. Años después apareció el movimiento de los pingüinos generando la sorpresa de todo el país. ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Cómo es que saben tanto sobre las leyes que rigen la educación? La sorpresa fue mayúscula.

El fenómeno no ocurre sólo en Chile. En España, por estos días y en medio de la severa crisis económica que ha tenido un fuerte impacto social, surgió el movimiento “Jóvenes sin futuro” –el nombre lo dice todo- y declararon que no querían “una democracia amordazada y secuestrada por los mercados , ante lo que se hace necesario que la sociedad civil se exprese.”
El hecho de fondo es que la mezcla entre las redes sociales y la decisión de los jóvenes de autoconvocarse para manifestar una voz propia genera una sociedad distinta a la conocida. Si los líderes no asumen esto se van a quedar afuera.

Las cosas están desordenadas, pueden decir algunos. Las cosas están adquiriendo sentido, pueden decir otros.

miércoles, mayo 04, 2011

Bin Laden: la batalla de las imágenes

En estos días se ha informado que el gobierno del Presidente Barack Obama ha debatido acerca de la decisión de publicar o no la foto de Bin Laden muerto. Finalmente se ha tomado la decisión de no publicarlas.

Este asunto tiene que ver, por una parte, con la necesidad de certificar el acontecimiento, especialmente porque a las pocas horas de ocurrido el hecho ya existían intentos para negar su veracidad. Y, por otra parte, se teme que la publicación de esa imagen aumente la ira de los partidarios del terrorista y acentúe el riesgo de atentados en diversas partes del mundo.

Viene al caso recordar la frase de William Randolph Hearst, magnate estadounidense de la prensa y dueño del “New York Journal”, cuando a finales del siglo XIX, y para aumentar la agitación diplomática en torno al conflicto de su país con Cuba, le dijo a un periodista: “Usted ponga las ilustraciones, que yo pondré la guerra.” Si no había ilustraciones la guerra no existía.

En el caso actual no publicarla va a generar una polémica dura, y larga. Mostrar el momento en que lo lanzan al mar pareciera que no resuelve el problema. Vivimos en una época y en una cultura visual en la que se exige ver los sucesos relevantes, los cuales sólo entonces adquieren el estatus de verdad.

Los iconos siempre están presentes en los ritos simbólicos. De hecho, las imágenes más antiguas de la humanidad vienen del arte funerario. En Irak, a las pocas horas del ahorcamiento de Hussein se pudo ver por televisión a multitudes de ciudadanos derribando las estatuas del dictador. Lo mismo ocurrió hace poco en Egipto con el incendio de los carteles que representaban a Mubarak. Destruir las imágenes era la muerte ritual, definitiva y simbólica de los dictadores.
A las imágenes se les atribuyen incluso propiedades que no tienen y en muchas ocasiones se establece una relación afectiva con ellas. Nadie rompería la fotografía de un ser querido.
No es extraño entonces que en lenguas antiguas como el latín se utilizara la misma palabra, Imago, para designar la imagen, la sombra y el alma. Las imágenes que observamos nos impactan a nivel consciente e inconsciente y recorren senderos misteriosos que se relacionan con emociones muy profundas.
Les atribuimos a las imágenes incluso propiedades que no tienen, lo que ya está sugerido en leyendas muy antiguas. En “Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente”, Régis Debray cita la antigua leyenda en la que un emperador chino que exigió al pintor de su corte que borrara la cascada de agua que había pintado en un muro del palacio porque el ruido del agua le impedía dormir.

Lo visible tiene códigos invisibles que nos conectan a emociones profundas y códigos ancestrales que están más allá de la conciencia.