lunes, agosto 17, 2009

"La nana" y "Navidad": la vida de los otros

Como dice José Donoso en la novela “Casa de campo”, ciertos sectores de la sociedad chilena a menudo deciden “correr un tupido velo” sobre todos aquellos asuntos que considera mejor ignorar para así mantener un brumoso cinismo y evitar dar explicaciones sobre ciertos asuntos.

Sebastián Silva y Sebastián Lelio, que por estos días estrenan sus películas “La nana” y “Navidad”, lejos de correr un tupido velo, narran con franqueza y convicción historias íntimas y sencillas que indagan, sin afanes sociológicos, realidades que se tienden a ocultar.



“La nana”, de Silva, explora el espacio familiar visto desde la perspectiva del personaje más abusado y esclavizado de la “familia” chilena. Por su parte, “Navidad”, de Lelio, es un relato en el que abundan claves del estado actual de muchos jóvenes en relación a la crisis de la familia: el abandono, la ausencia de los padres, la exploración sexual y la búsqueda, a ratos desesperada, de los afectos.


En ambos casos, abordan esos mundos desde el punto de vista de los náufragos desde una mirada que por sobre todo busca la autenticidad. Opciones que están inspiradas en las características que se le reconocen al mejor cine independiente de la actualidad: “relatos que se alejan de la uniformidad y nos acercan a la diversidad con un cine innovador, personalizado y menos previsible” (Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, “La pantalla global. Cultura mediática y cine en la era hipermoderna”).

“La nana” (premio a la mejor película dramática internacional en el Festival de cine independiente de Sundance y premio especial a Catalina Saavedra) y “Navidad” (entusiastamente elogiada en el último festival de Cannes) han alcanzado cierta notoriedad en diversos festivales, y este es otro rasgo del cine independiente: películas de bajo presupuesto y sin estrellas internacionales, aunque con excelentes actrices como es el caso Catalina Saavedra y Manuella Martelli.

La opción del cine independiente, de la que Silva y Lelio son herederos, nunca ha sido fácil aunque ahora hay señales alentadoras. Desde que en 1980 Robert Redford creó el Sundance Institute para retomar los esfuerzos iniciados a fines de los sesenta por Hooper, Fonda y Nicholson con “Busco mi destino”, entre otras, ha corrido agua debajo del puente.

Según las cifras, luego de 30 años el cine independiente con películas de bajo presupuesto ya “representan la tercera parte de los ingresos de taquilla en Estados Unidos” (Francoise Benhaomou, “La economía del star system”). No es poco.

Pero la tarea sigue siendo dura, tan dura como la describe Quentin Tarantino: “Los directores independientes no ganan dinero. Se gastan todo el dinero que tienen en hacer una película. Mejor dicho, el que no tienen. El dinero de sus padres. Roban dinero, se endeudan para el resto de sus vidas”.

Ojalá no sean así las vidas de Silva y Lelio.

viernes, agosto 07, 2009

La imagen, la sombra, el alma

La muerte súbita y misteriosa de Michael Jackson provocó un vendaval de imágenes que recién comienza a ceder. La noticia justificó una información abundante. Pero, da la impresión de que también hay algo más subjetivo que tiene orígenes muy lejanos: un impulso por mantener vivo a Jackson, por retenerlo, por doblegar a la muerte a través de las imágenes. De hecho, en eso consiste el arte funerario.

Algo similar ocurre con las fotografías de los seres queridos que ya no están. Tienen un estatus especial, se guardan cuidadosamente, se las venera. A esas fotografías las recubre un cierto halo mágico y a través de ellas hacemos presente una ausencia que nos duele.

Les atribuimos a las imágenes propiedades que no tienen, lo que ya está sugerido en leyendas muy antiguas. En “Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente”, Régis Debray cita la historia de un emperador chino que pidió al pintor de su corte que borrara la cascada de agua que había pintado en un muro del palacio porque el ruido del agua le impedía dormir.

Algo parecido realizaban los cazadores del período paleolítico, en el sentido de atribuir ciertas cualidades a las imágenes (Arnold Hauser, "Historia social de la literatura y el arte"). Para "garantizar" la caza del animal que permitía la sobrevivencia de la especie llevaban a cabo el ritual de pintar al animal en las paredes de las cavernas atravesados por lanzas. En su pensamiento mágico existía la convicción de que iban a cazar al animal real porque ya lo habían atrapado en la pintura.

Un dato no menor es que numerosas investigaciones han llegado a la conclusión que dichas pinturas no cumplían una finalidad ornamental porque estaban pintadas en lugares oscuros de la caverna. Al parecer, se pintaba la escena de caza en lugares a los cuales se les atribuía potencialidades mágicas.

Por su parte, el historiador del cine y ensayista español Román Gubern, en “Del bisonte a la realidad virtual”, recuerda la leyenda recogida por Plinio el Viejo en su “Historia natural” acerca del invento del arte de la pintura: “una doncella de Corinto trazó sobre una pared la silueta del rostro de su amado, proyectada como sombra, para gozar de la ilusión de su presencia durante su ausencia.”

Lo visible tiene códigos invisibles, lo cual nos permite volver a recordar que la percepción no es un acto pasivo sino una intervención activa y creativa en el mundo impulsada por códigos ancestrales y emociones profundas que generan un tramado de significados complejos y misteriosos.

No habrá de extrañar entonces, señala Gubern, que algunas lenguas antiguas, como el latín, utilicen la misma palabra, imago, para designar la imagen, la sombra y el alma.