sábado, marzo 17, 2007

Imágenes (9) EL OTRO




Intenta moverse, no puede, se desespera. El grito del sueño viaja por el cuerpo, irrumpe en la habitación, remece los vidrios y lo despierta. Enciende la lámpara que está en el velador y aparece el rostro de la mujer en el retrato.

Se alza de la cama, abre la puerta, recorre el pasillo arrastrando las pantuflas, llega al baño, se acerca al espejo quebrado y contempla al otro que está frente a él, que también acaba de llegar. No lo reconoce. Las grietas del espejo se le han adherido al rostro.

El del espejo también lo está observando, los ojos del recién llegado se le han incrustado en sus frías cuencas de vidrio trizado.

Desde ambos lados del espejo se miran en silencio. La llave del lavatorio gotea.

Se escudriñan, ninguno de los dos sabe quien es el otro. Sus miradas extraviadas se interrogan mutuamente buscando en el otro algún indicio, un gesto, cualquier cosa que les permita adivinar quienes son.


El que se mira al espejo se gira, se devuelve por el pasillo arrastrando las pantuflas, entra a la habitación, cierra la puerta, se tira sobre la cama. Al rato se duerme.

El otro ha observado como se aleja. Imagina que ahora está recostándose sobre la cama y que luego se dormirá. Se queda solo, mirando el pasillo vacío, la puerta cerrada, las grietas del espejo quebrado. Sólo se escuchan las gotas cayendo en el lavatorio. Gira, camina hacia su habitación, cierra la puerta, se tira sobre la cama, se duerme.

Desde el sueño escucha el grito del otro, la puerta que se abre, las pantuflas que se arrastran por el pasillo hasta detenerse frente al espejo quebrado, la llave que gotea. Decide que esta vez no irá.

En la penumbra, si un voyeurista oculto en un rincón de la habitación observara, podría ver el rostro de la mujer del retrato.



( La obra visual es de José Gómez Fresquet (Frémez), artista cubano, y pensé que podría ser la mujer que imaginé durante la escritura del relato.)

viernes, marzo 16, 2007

EL DOLOR Y LA BELLEZA EN EL CUERPO DEL CRITICO

El 20 de junio recién pasado presenté el nuevo libro de Camilo Marks "La crítica: el genero de los géneros", que recopila 20 años de su magnifica labor como crítico literario en diversos diarios y revistas, y que ahora también desempeña en Hora 25.


Confieso que cuando me lo pidieron intenté escabullirme. Odio los lanzamientos de algo y los estrenos de cualquier cosa porque a ellos acude una multitud que sólo va a mirarse y a ser mirada, a pelar y a lucir sus trajes, y además salgo mareado, no por el cocktail de rigor, sino por una marea de perfumes que me marean. Hay excepciones, como cuando alguien que quiero mucho estrena una película, obra de teatro o libro. Era el caso, Camilo Marks es mi amigo.

De todos modos intenté evitar el rol de presentador porque he presenciado situaciones patéticas en las que algún presunto intelectual aprovecha la ocasión para hablar de sí mismo o sugerir que posee una enorme cultura o ideas brillantes, lo que en la mayoría de los casos no es cierto. Si se encuentran con un presentador de libros pasen rápido a la vereda de enfrente, no le presten plata y menos la tarjeta Bip.

Si se encuentran conmigo hagan lo mismo porque al final terminé presentando el libro. Aquí la presentación.

En la introducción al libro de Camilo Marks, la escritora Diamela Eltit señala que “una relación tormentosa mantiene en vilo o en vela el siempre tenso encuentro entre crítica periodística y el cuerpo del escritor.”

Por su parte, en el Preámbulo, el autor refiere al libro de un cineasta que, según él, “hice pedazos”. Pero, de inmediato aclara que destruyó el texto y “no a la persona, que, como tal, me merece respeto.”

A propósito de esto me quedé pensando entonces que en el cuerpo del crítico, de Camilo, sí hay un cruce muy particular que reúne a la belleza y el dolor.

El dolor del abogado que trabajando para la Vicaría de la Solidaridad debió enfrentar muchas injusticias y ser testigo de situaciones horrendas.

Y también está el hombre de una cultura refinada que desde muy pequeño tuvo interés por el conocimiento y por diversas expresiones artísticas.

Quizá su temprano tránsito por la belleza ya preparaba las condiciones para poder enfrentarse a tanto dolor sin que el alma llegara a sucumbir.

Así, en el cuerpo de Camilo, el dolor interpela a la belleza, mientras la belleza nos ayuda a comprender lo concreto y lo inasible que habita en el dolor.

Pero, Camilo no es sólo eso. Es también alguien que, como él mismo dice, jamás se ha tomado en serio a sí mismo, aunque sí a todo lo demás. Y también está el humor. Y su histrionismo. Y desde allí aparece otro Camilo.

Si ustedes son noctámbulos, insomnes o sonámbulos, o lo que sean, quizá alguna vez se han topado con el programa Hora 25 que se emite a una hora que no existe, lo cual nos convierte a todos en fantasmas, lo que no es malo, porque nos otorga una cierta impunidad, y en donde cada semana la cámara de televisión queda estupefacta y seducida ante las intervenciones de Camilo.

En la presentación de este programa, en un guiño cinéfilo, hay una escena en que columnistas y conductores se disparan simultáneamente unos a otros. Cuando grabamos la escena en un galpón sucio y viejo todos jugábamos a disparar y a morir. Todos, menos Camilo. Mientras nosotros simulábamos, Camilo moría de verdad.

Incluso moríamos de pie, para que no se nos arrugara el traje, en tanto Camilo era el único que, debido a las numerosas repeticiones de la escena, caía una y otra vez de espaldas al suelo levantando una nube de polvo, para concluir brillantemente la escena de su muerte estirando la patas hacia el cielo para luego dejarlas caer.

Pero como si eso fuera poco, mientras iba cayendo recitaba un texto de Tosca a Scarpia y un poco antes de aterrizar bruscamente en el suelo alcanzaba a decir “¡Muoi, muoi, damnato!” ("¡Muere, muere, condenado!"). Y allí se quedaba, inmóvil, hasta que recibía la instrucción de levantarse para volver a grabar.

Así, en esa paradójica situación y en su mejor estilo, Camilo volvía a reunir en su cuerpo la muerte y la belleza.

De este modo, muere cada sabado cuando se emite el programa, vive un domingo de resurrección con sus críticas en la Revista de Libros y los días martes, cuando, para bien o para mal, se repite el programa, Camilo vuelve a morir.

Y así, entre muertes y resurrecciones transcurre la vida de Camilo Marks que con estilo y maestría tanto estira la pata como nos ayuda a vivir con sus lúcidos viajes por la belleza.

Después de esto, sólo falta decir, ¡Larga, larga, larga vida a Camilo!

martes, marzo 13, 2007

LA MEMORIA PROHIBIDA

Epopeya es una serie documental de tres capítulos sobre la guerra del Pacífico realizada por la productora independiente Nuevo Espacio, con la dirección de Christian Aylwin, producida por Patricio Polanco y conducida por Rafael Cavada que transcurre en Santiago, en Lima y en La Paz, realizada para la serie de programas TVN 200 Años.

Allí se expone la opinión de diversos historiadores de cada uno de los países; se visitan escuelas para ver cómo se les transmite la historia a los estudiantes, y se entrevista a profesores y alumnos; se registra la opinión de ciudadanos comunes abordados en las calles, y también hay una rigurosa reconstrucción histórica de diversas batallas. Todo ello con la asesoría de expertos y con la participación de oficiales del Ejército y de la Armada.

Obviamente, entre los entrevistados hay interpretaciones y valoraciones distintas sobre los hechos históricos, pero ellas están tratadas con respeto y lealtad. Creo que Epopeya, además de una atractiva serie documental, es una magnífica clase de educación cívica.

Me sorprende que el embajador peruano Hugo Otero solicite al Directorio de Televisión Nacional no emitir la serie Epopeya. Ha trascendido que la iniciativa vendría del Presidente del Perú Alan García, seguramente motivada por problemas políticos domésticos.

¿A alguien se le podría ocurrir que nuestro embajador en Londres durante la detención de Pinochet le pidiera a la BBC que no emitiera un documental para evitar o no crear problemas de política interna en Chile?

En la reunión del 6 de marzo el Directorio de TVN abordó el asunto y luego que Daniel Fernández, Director Ejecutivo de TVN, y Vicente Sabatini, Director de Programación, respaldaran categóricamente al programa y garantizaran que cumplía con todos los requisitos de calidad editorial y de realización, el Directorio decidió mantener la fecha de estreno.

Luego viene la intervención del Canciller Alejandro Foxley e insiste con la petición de no exhibir Epopeya lo que deja al Directorio enfrentado a una compleja situación: el Ministro de Relaciones Exteriores argumenta razones de Estado. El tema debe discutirse.

El Directorio, luego de ver dos capítulos, envía sus felicitaciones al equipo realizador por la excelente calidad del programa y luego lleva a cabo dos votaciones. En la primera, por unanimidad, acuerda exhibirla sin modificaciones durante este año y, en la segunda votación, por mayoría, se decide postergar la fecha de estreno.

Soy Productor Ejecutivo de Epopeya, así como lo he sido de otros 19 programas en TVN y quiero hacer algunas reflexiones. Lo hago como ciudadano y como periodista, y sólo yo soy responsable de mis dichos.

Tengo el mayor respeto por el Directorio de TVN, el que es parte de una institucionalidad para la TV pública aprobada por el Congreso. Me parece importante que exista un Directorio como máxima autoridad y no un dueño que actúe a su arbitrio. También valoro que dicha instancia transparente sus decisiones, especialmente tomando en cuenta que todos los medios de comunicación están sujetos a múltiples presiones las que, en no pocas oportunidades, se resuelven en la penumbra.

Creo que los integrantes del Directorio actúan con honestidad, coincidan o no con lo que habría sido mi decisión. Obviamente, hubiera preferido que Epopeya no se postergara.

Me preocupan otras cosas. El Canciller Foxley solicita la suspensión de Epopeya sin haber visto la serie y más tarde nos enteramos de uno de sus argumentos: “con Perú tenemos una agenda de futuro y no es conveniente mirar al pasado.” Aquí se está vetando un tema y eso no me parece sano.


Cuando la Concertación llegó al gobierno en 1990 lo hizo con una exitosa agenda de futuro. Y, a pesar de dificultades y limitaciones, este país ha tenido la valentía de revisar serenamente los hechos del pasado precisamente para enfrentar el futuro con mayor confianza.

Por ejemplo, recordemos que el ex Presidente Patricio Aylwin, a través de una cadena nacional de radio y televisión, pidió perdón, en nombre del Estado de Chile, a los familiares de las víctimas de la represión. Agreguemos a ese gesto el Informe Rettig; la Mesa de Diálogo con la participación de militares y familiares de las víctimas de la represión; el Informe Valech; el mea culpa del General Juan Emilio Cheyre, etc.

Es decir, este país ha realizado un esfuerzo dificultoso, doloroso y sincero para rescatar la memoria, revisar el pasado y, desde allí, intentar solucionar las consecuencias de nuestras tragedias.


¿Se agudizaron nuestros conflictos o, por el contrario, se fortalecieron los mecanismos racionales, propios de un Estado de Derecho, para resolverlos? La respuesta es evidente. ¿Salimos mal parados de ese difícil émpeño? No, categóricamente no. Después de ese esfuerzo colectivo –que aún no concluye- Chile salió fortalecido, nuestra conciencia ética fue capaz de asumir desafíos y pudimos sentirnos un poco más orgullosos de nosotros mismos.

En 1988 un grupo de profesionales (Eugenio Ahumada, Rodrigo Atria, Javier Luis Egaña, Carmen Quesney, Gustavo Saball, Gustavo Villalobos y el que escribe), publicamos un exhaustivo relato, cuya investigación había comenzado en 1982, acerca de las violaciones a los derechos humanos.

El libro se llamaba “Chile: La Memoria Prohibida”. Lo titulamos así porque durante la dictadura se nos prohibía, entre tantas otras cosas, tener memoria. Me duele mucho saber que, ahora en democracia, persista ese riesgo.


Por otra parte, en todo el país se están realizando múltiples iniciativas para conmemorar el Bicentenario emprendidas por ciudadanos, centros académicos, autoridades y medios de comunicación. Muchas de esas actividades naturalmente se proponen revisar hechos históricos, volver a mirar con serenidad nuestros desencuentros y reflexionar sobre nuestra identidad para soñar un futuro mejor. Ahora se dice que no es conveniente mirar hacia el pasado. ¿Qué hacemos? ¿Postergamos el Bicentenario?

Creo que la misión del Canciller es muy compleja y no dudo de su honestidad, pero todos tenemos el deber de realizar nuestro trabajo en el marco de la libertad de expresión y con respeto a los valores de una sociedad democrática.

En los años duros millones de ciudadanos realizaron intensos esfuerzos por recuperar la libertad de expresión. Todos aceptaron correr riesgos por esa tarea. Hubo periodistas que fueron amedrentados, expulsados de sus trabajos, hostigadas sus familias, detenidos, exiliados e incluso asesinados por defender la libertad de expresión. No podemos deshonrar su testimonio y su memoria.


Parece instalarse un supuesto que no comparto en absoluto: que la información, y la memoria, le hacen mal a una sociedad democrática. Pienso exactamente lo contrario: la información es fundamental para una democracia y los ciudadanos tienen derecho a ser informados. Y la memoria, no es para quedarse pegado en el pasado, es para construir un futuro que no repita el pasado.

Hoy en la mañana me encontré con Teresa Matte y Cristián Warnken, productora y realizador de Una belleza Nueva y, hablando de este tema, me comentaron la entrevista que va el próximo domingo y que se relaciona con los silencios de la historia. La frase me dio vueltas durante todo el día y concluí que cuando se silencia a la historia tarde o temprano todo se complica.