jueves, diciembre 07, 2006

EL FUTURO LLEGÓ, PERO PASÓ DE LARGO

Leo un artículo de Pablo Capanna en el suplemento Futuro del diario argentino Página 12 (11 de julio 2007) y me confirma que el futuro llegó hace mucho tiempo. Dice:

"Los primeros dispositivos mecánicos, que en ciertos casos recurrían a la fuerza motriz del vapor y se regulaban sin intervención de la mano del hombre, nacieron en el mundo alejandrino a comienzos de la era cristiana, de la mano de figuras como Herón o Ctesibio. Herón ha sido llamado el Edison de la Antigüedad."

Además relata que "uno de los más famosos diseñadores de autómatas fue el relojero suizo Pierre Jacquet Droz (1721-1790), a quien se le atribuyen las primeras cajitas de música y un reloj que daba las horas tocando una flauta. Droz hizo uno de los primeros robots que empuñaba una pluma y escribía algunas frases, seguramente con mejor letra que cualquiera de nosotros, que dependemos de un teclado."

Vuelvo entonces a un post sobre el futuo.

En su libro “La modernidad líquida” Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, plantea que vivimos a una velocidad que arrasa con las permanencias. “Hoy en día, la felicidad se asocia con la movilidad y no con un lugar. A la contemplación de los ilustrados – dice- sucede la aceleración de los disueltos.” Nos estamos desintegrando.



El debate es de larga data y me hizo volver a releer “El shock del futuro”, un libro escrito en 1970 por el sociólogo norteamericano Alvin Toffler. Allí analizaba el tema de la velocidad del cambio y su impacto en la vida de las personas. El futuro está invadiendo el presente, advertía.

Señales de aceleración del cambio a lo largo del tiempo: en el año 6.000 a.c. el medio de transporte más rápido era una caravana de camellos a 12 km por hora. En el 1.600 a.c., con el invento del carro, se eleva a 30 km hora. En 1880, d.c., gracias a la locomotora a vapor, la velocidad fue de 150 km hora.

La raza humana había necesitado millones de años para alcanzar esa marca. En los Sesenta, cápsulas espaciales sobrevolaron la Tierra a 35.000 km por hora. Y ahora la distancia entre Santiago y Japón es un click, o sea, nada, y es la misma que hay entre el centro de Santiago y Nuñoa, o la que hay entre dos computadores que están en la misma habitación.

Se empequeñeció el planeta y el tiempo se comprimió. Nos estamos jibarizando, ya no somos los mismos.

Otro índice. La relación de la cantidad de años entre la introducción de un adelanto tecnológico en el mercado y el momento de su máxima de producción. Antes de 1920 con la aspiradora, la cocina eléctrica y el frigorífico entre una y otra fase pasaron 34 años.

En el período 1939/1959, en cambio, con la TV, la lavadora y la secadora de platos pasaron sólo 8 años entre las dos fases.

Ahora es más rápido aún. Entre la creación de You Tube y su venta a Google en 1.600 millones de dólares pasaron menos de 3 años, en rigor, 29 meses.

El futuro invade el presente, decía Toffler en 1970. En realidad, vino en 1982 con “Blade Runner” y lo trajo Ridley Scott inspirado en Philip Dick, que se murió ese mismo año. Se fue y nos dejó el futuro. Fue el único que se dio cuenta, mucho antes que los sociólogos, de lo qué iba a suceder. En 1968 había escrito “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, novela en la que se basó la película.

El asunto es que el futuro nos miró, no le interesamos y siguió de largo. Quizá ahora el futuro yace en la prehistoria. Lo perdimos. La arqueología ahora tendría que dedicarse a buscar el futuro. Puede estar en el Paleolítico, observando a un hombre en una caverna que está pintando una imagen para transformar el mundo. Las imágenes de ahora, en cambio, se miran a sí mismas y dejan todo igual, no cambian nada.

Vuelvo a Zygmunt Bauman. Afirma que vivimos en una sociedad líquida que se caracteriza no por lo permanente sino por flujos cada vez más acelerados que generaran sensaciones de incertidumbre, inseguridad y vulnerabilidad.

Ello ocurre, dice, por la desaparición de puntos fijos en los que situar la confianza. Un ejemplo: un joven decide estudiar con la esperanza de que se convertirá en alguien con unas habilidades que serán apreciadas por la sociedad. Pero todos estos esfuerzos no dan ningún fruto, la sociedad ya no necesita individuos con estas habilidades.

La velocidad hace que todo sea fugaz, efímero. La obsolescencia aumenta y nos rodea, vamos cada día más rápido. Pónganse casco, en cualquier instante nos vamos a sacar la cresta.

Según Bauman, “ya nada dura sino hasta la medida del cansancio, el mundo ha agotado sus sentidos y no hay otra parte adonde ir”.

¿Se puede tener sentido viviendo sólo el presente? No. Quizá nuestra salvación ahora está a nuestras espaldas y caminando por la memoria capaz que nos lleguemos a encontrar de nuevo con el futuro.