domingo, julio 19, 2009

El Dios de los cineastas (y el de los otros)

Hace algún tiempo se realizó el I Congreso Internacional de Teología y Cine, organizado por la Facultad de Teología de Cataluña. Uno de los más destacados expositores fue el cineasta italiano Ermanno Olmi, en cuya filmografía figuran "El ábol de los zuecos" (1978) un retrato de la italia rural con fuertes connotaciones religiosas que obtuvo la Palma de Oro de Cannes. Más tarde realizó "La leyenda del santo bebedor" (1987), basada en la novela de Joseph Roth, que obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia.

Olmi, un católico crítico de la Iglesia, ha realizado hace poco "Cien clavos", cuyo protagonista, dice, es "un Cristo de las calles y no de los altares". El cineasta afirma que "en el Día del Juicio será Dios quien tendrá que dar cuenta de todos los sufrimientos del mundo". Y agrega: "Hay que poner el sentido de la oración en lo que hacemos. Dios, si existe, quiere ser reconocido, no idolatrado. A veces, una blasfemia sirve más que una plegaria porque oculta el deseo de creer."

Es una mirada interesante. Y hay muchas otras. No cabe duda que el Cristo de Zefirelli, católico, es muy distinto al de Passolini, un intelectual marxista que siempre incomodó al poder desde su honestidad y crudeza. Hasta que lo asesinaron.

Desde el punto de vista de la puesta en escena el de Zefirelli es una versión clásica, trabajado con una puesta en escena con colores cálidos, nubes a contraluz, harto filtro para hacer más etéreo al personaje, mucha grúa que baja suavemente desde lo alto, el de Pasolini, en cambio, es un Cristo en blanco y negro, con una dirección de fotografía que lo hace más crudo y más rudo, con cámara en mano, inestable, a ras de piso, tal como la cámara de un noticiario abordaría a un transeúnte en la calle.

Scorsese también hace lo suyo en "La última tentación de Cristo", basada en la novela de Kazantzakis. Allí hay un diálogo, que no es menor, de un ángel con Cristo crucificado que instala la duda de un modo frontal:

- ¿Estás seguro que es Dios, estás seguro que no es el diablo?, pregunta el ángel.
- No estoy seguro. Yo no estoy seguro de nada.
- Si es el diablo, al diablo lo puedes sacar.
- Pero, ¿y si es Dios?, responde Cristo. No se puede sacar a Dios, ¿verdad?

En la misma línea se puede interpretar buena parte del cine de Bergman que tiene una interrogante experimentada desde una profunda angustia: el silencio de Dios.

En fin, en el cine hay muchas miradas y Dios parece no perder vigencia.

Hace algunos días apareció en Chile el libro "¿Dios existe?", cuyos autores son Joseph Ratzinger y Paolo Flores d'Arcais. Un gran gesto de Benedicto XVI, no sólo por la pregunta del libro sino especialmente por dialogar con un filósofo que piensa tan distinto.

Pero hace ya bastante tiempo que Amado Nervo había enfrentado el tema a su manera: "Resolví el problema. Dios existe. Somos nosotros los que no existimos."

Lo que está fuera de duda es que Dios está en el debate. En tiempos tan descreídos y pragmáticos y oportunistas y frívolos y faranduleros, no está mal.

Christopher Hitchens publicó "Dios no es bueno", un debate contra la religión, señalando que "es la promesa vacía de los totalitarismos" y Michel Onfray publicó "Tratado de ateología" en el que sostiene que Dios no está muerto y desde allí plantea la necesidad de un nuevo ateísmo, "argumentado sólido y militante."

En Chile también ha habido aportes valiosos. "¿Qué hacer con Dios en la República?", de Sol Serrano, descrito como un análisis sobre el proceso de secularización en Chile durante el siglo XIX desde el cual emerge, según la autora, una tremenda y fascinante paradoja: cómo la privatización del catolicismo -su alejamiento forzoso del Estado- constituyó su mejor publicidad en la esfera pública moderna."

El debate llega incluso a lugares insospechados. No hace tanto entré al baño de hombres del Bar Liguria y me encontré con tres rayados hechos a la carrera por personas distintas, según deduje por la caligrafía y los plumones empleados.

El primero era un clásico: "Dios ha muerto", Nietzsche.

Un poco más abajo alguien escribió algo ya conocido, pero que no va en camino de convertirse en un clásico: "Nietzsche ha muerto", Dios.

El tercero, en cambio, me pareció que tenía la gracia y la originalidad de la desfachatez: "Dios y Nietzsche han muerto y últimamente yo también me estoy sintiendo mal". No tenía firma, pero se sentía el aura de Nicanor Parra.

Bueno, habrá que ver cómo sigue todo esto porque para algunos la vida es algo así como a Dios rogando y con el mazo dando mientras otros, los más, se quedan a la buena de Dios, confiados, allá ellos, de que Dios aprieta pero no ahorca y los contemplativos sostienen que Dios dirá y yo, por mi parte, con todo respeto, creo que es demasiado tímido.