martes, febrero 08, 2011

El regalo de Uberto

La multitud permanecía atenta cuando el caballo entró a la Iglesia por la nave central con paso tranquilo, se detuvo cerca de la escalinata que conducía al altar y, sin apuro ni pudor, se mandó una tremenda cagada.

Los fieles del barrio La Tartuca, en Siena, se unieron en un murmullo de admiración y contemplaron extasiados el montón de caca tibia, húmeda y olorosa que yacía frente al cuadro de San Antonio de Padua, el Santo Patrón del lugar, que observaba satisfecho la escena.

El párroco, enérgico, descendió por las gradas, se acercó a Uberto, que así se llamaba el caballo, hasta quedar a pocos centímetros del animal, le dio su bendición y luego, mirándolo a los ojos, con voz firme le dijo “¡va e torna vincitore!”.



El Palio de Siena es una fiesta que mezcla elementos religiosos y paganos de la que existen crónicas desde 1283, aunque se supone que es mucho más antigua.


Dos veces al año, el 2 de julio y el 16 de agosto, en la Piazza del Campo, que tiene forma de herradura, 10 jinetes que representan a cada uno los barrios de Siena se lanzan en una carrera frenética que dura 90 segundos.

Todo vale, los caballos son duramente fustigados, los rivales se golpean, algunos caen, otros se estrellan contra un muro mientras la multitud enfervorizada alienta a su favorito.

Después de tres vueltas a la pista el jinete ganador recibe el Palio, un estandarte de seda, y es llevado en andas mientras todos besan y celebran al caballo. Luego, en una fiesta que dura hasta la madrugada, las mesas se sacan a la calle, los vecinos comparten la cena y las bandas de música recorren la ciudad llenándola de música y colores.

La visita de cada uno de los caballos a los templos de su barrio en las horas previas a la carrera es parte central de la fiesta. La tradición establece que si el animal caga dentro de la Iglesia es un muy buen presagio que aumenta las posibilidades de vencer.

Por eso, desde que Uberto entró a la parroquia de La Tartuca vestido de amarillo y azul oscuro, los colores oficiales del barrio, los vecinos, el jinete, San Antonio de Padua, otros santos que andaban por allí, los turistas y el cura estaban muy atentos esperando la señal divina. Cuando el caballo cagó dieron rienda suelta a su alegría y fue entonces que el sacerdote se acercó y le dio el mandato: “va e torna vincitore”.

Después de la ceremonia la mierda fue recogida con pala, el piso baldeado, los santos tapados y todos se fueron emocionados y felices, lo que habitualmente no ocurre cuando alguien, fuera de contexto, se manda una cagada.

1 comentario:

paolav dijo...

Sé de un lugar donde las Cagadas se premian, con un puesto en la alta administración pública.
Un abrazo...buen relato