domingo, abril 24, 2011

Tim Robbins me habría escupido en la cara

La brevedad y la velocidad son señas claves de la postmodernidad.

En la película “El pez gordo” (1992), del siempre irónico Robert Altman, el personaje que interpreta Tim Robbins es un ejecutivo de Hollywood que recibe a guionistas independientes que quieren vender una historia para que se convierta en película.

Llega un tipo. Flaco, nervioso.

- Cuénteme su historia en 25 palabras, le dice Robbins, mirándolo fríamente.

El guionista, sabiendo que se juega la vida, le cuenta rápida y brevemente su historia.

- Eso fue más de 25 palabras, contesta lacónico Robbins poniendo fin a la conversación.




Pero también hay quienes reivindican la lentitud y prefieren escapar de la velocidad y de la brevedad. El escritor canadiense Carl Honoré sostiene que vivimos con miedo a perder el tiempo, domesticados por la velocidad y la simultaneidad. “La aceleración, dice, nos hace desperdiciar la vida. La velocidad es una manera de no enfrentarse a lo que le pasa a tu cuerpo y a tu mente, de evitar las preguntas importantes”.

Lo dicho por Séneca, en “De la brevedad de la vida”, viene al caso: “No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho.”

El cine juega con el tiempo. La cámara lenta expande el “tiempo real” (que no es real porque estamos hablando de tiempo fílmico), alarga el relato y agrega significado a las acciones.

En “La pandilla salvaje” (1969) Sam Peckinpah escudriña en las imágenes por la vía de la cámara lenta y las convierte en una coreografía muy particular que permite construir otra mirada sobre las acciones y los personajes. En este caso la expansión del relato, y no su brevedad, es lo que se agradece.

Pero hay relatos cortos de gran maestría. Como elogio a la brevedad en 2006 la revista Wired convocó a una treintena de escritores y les pidió un cuento de apenas seis palabras, tomando como ejemplo el famoso relato breve de Ernest Hemingway. Aquí van algunos.

“Muy confundido, leyó su propio obituario.” Steven Meretzky.
“Era muy caro seguir siendo humano.” Bruce Sterling.
“Salvó al mundo volviendo a morir.” Ben Bova.
Y ahora el relato de Hemingway que originó todo.
“For sale: baby shoes, never worn.” (“Vendo zapatos de bebé, sin usar.”)

(Esto tiene 391 palabras. Lo dije al inicio: Tim Robbins me habría escupido en la cara).

1 comentario:

paolav dijo...

- Te estoy viendo - contestó, avanzando lentamente.

Concuerdo con que perdemos el tiempo. Soy de esas personas que suelen estar atrasadas en todo lo que los demás están a tiempo. Al menos sé que yo me detengo.

Un abrazo