miércoles, julio 13, 2011

Ciudadanos huérfanos... pero con relato.

El movimiento estudiantil ha vuelto a poner en discusión el tema de la calidad de la educación pública. Ha introducido un relato que tiene que ver con valores, propuestas y metas en relación a los derechos, la equidad y otros.

Incluso al interior de las marchas hay múltiples narrativas y declaraciones que aspiran a cambiar el mundo: cantos, consignas, letreros, obras de teatro que se desarrollan durante las manifestaciones, performances, disfraces, máscaras, etc. El cartel que señala “Ya no basta con twittear” es uno de los más elocuentes y tiene sus raíces en la película de Aldo Francia “Ya no basta con rezar”, de 1972, cuando el tema de los cambios sociales era uno de los ejes centrales de la sociedad chilena.

Estas iniciativas han tenido una fuerte repercusión en las redes sociales, que son la instancia en donde los ciudadanos conversan entre ellos al margen de lo que digan, o no digan, las elites. Más aún, no están esperando que ellas se pronuncien. Las sociedades se reflejan por lo que dicen, y también por lo que no dicen. Son los silencios de la elite los que a menudo impulsan a los movimientos sociales. Este fenómeno ha sido particularmente relevante porque refleja la orfandad de los ciudadanos respecto del mundo político que, en este tema, y en muchos otros, parece mudo. Cuando la elite carece de narrativas acerca del futuro las cosas se complican no sólo por el vacío sino por una eventual pérdida de legitimidad.

Ante la ausencia de relatos los ciudadanos han decidido hablar entre ellos. Se hastiaron del silencio de quienes deben hablar, parlamentar, proponer. Ahora los jóvenes quieren hacerse cargo de sus inquietudes. Una sociedad sin relatos entra en crisis respecto de su identidad, de su historia y, lo que es aún más grave, respecto de una visión de un futuro compartido. En suma, se instala una crisis de sentido, que es precisamente lo que los relatos tratan de resolver. Tener un relato permite convocar y unir a muchos en torno a una causa común para modificar el futuro.

En su libro “Ontología del lenguaje”, de Rafael Echeverría, texto que he conocido en el taller sobre el Arte del Coaching Profesional (ACP), dirigido por Julio Olalla desde Newfield, el autor recuerda que somos la única especie que inventa historias. Producimos historias y somos producto de ellas, dice. Habitamos en los relatos acerca de uno mismo, del país, del mundo, etc., y producimos relatos para construir identidad y para cambiar el curso de los acontecimientos.

Homero, del que se dice que era ciego, pero no sordo ni mudo, comienza el Canto I de la Odisea diciendo: “Cuéntame, Musa, la historia del hombre de múltiples senderos”. Homero se exigía a sí mismo ser capaz de crear un relato para comprender, para otorgarle sentido a la existencia.

Es tiempo de narrar historias y relatos que se hagan cargo de las inquietudes, que generen propuestas y acciones. Lo peor es la mudez, el silencio y la parálisis.

1 comentario:

paolav dijo...

Yo he inventado tantas historias, que un amigo me dijo que mis hijas no me tendrían confianza (irónicamente). Si te cuento lo que me ha pasado con tu relato, no lo creerás, pero hace menos de una semana le comenté a unas alumnas sobre mi pediatra, que era cineasta Aldo Francia, un médico de medicina general que no necesitaba una serie de exámenes para saber lo que me enfermaba...leo tu relato y concuerdo con lo que dices. Me asombra que aún no comprendan ni el gobierno, ni los del CRUNCH, se juntan a hablar como que la cosa camina y los jóvenes les están diciendo -Este movimiento es nuestro, no de ustedes- En fin, no creo en las coincidencias, sino en las conexiones.
Abrazo