jueves, septiembre 02, 2010

Maestro miseria

El talentoso cineasta Cristopher Nolan, que ha realizado películas muy buenas como “El caballero de la noche” entre otras, en su más reciente producción, “El origen”, intenta un cierto virtuosismo recargado, se sobreactúa y las hace todas: patea el tiro de esquina, corre a cabecearlo, hace el gol, se aplaude a sí mismo y termina realizando una película estridente que quiere ir a demasiadas partes y al final no va a ninguna que sea nueva o que valga la pena conocer.

El argumento juega con personajes que tienen la capacidad de penetrar el cerebro de los demás para controlar su mundo onírico y para insertarles ideas que al final se reducen a pueriles luchas de poder vistas un millón de veces pero que aquí se relatan con una complejidad ostentosa. Los sueños tienen varios niveles, los personajes se pasean entre uno y otro y la historia se llena de batallas, heridos, muertos que se matan y no mueren, etc. La verdad es que si se le saca la voltereta narrativa y el efectismo visual queda muy poco.

Si de sueños y oscuridades se trata me quedo con la sencillez y contundencia de “Maestro miseria”, un cuento de Truman Capote en el que Sylvia, una mecanógrafa recién llegada a Nueva York que sobrevive a duras penas, escucha acerca de un hombre rico que compra sueños nocturnos .

Decide relatárselos, algunos por cinco dólares, otros por diez. Un sueño que tenía muchos elementos fálicos y otro acerca de tres niños ciegos eran los que más le gustaban al Maestro miseria, como lo apodaban quienes lo conocían.

Pero luego de varios sueños vendidos Sylvia comienza a sentir lo que Capote describe como “una curiosa tristeza, una sensación de pérdida, como si hubiera sido víctima de algún robo real o incluso moral.” Cuando intenta volver atrás Sylvia comprende que sus sueños iban alimentando una oscura perversión mientras el alma se le ha ido quedando vacía, en una desoladora orfandad.

En el cuento hay una línea argumental sólida, con una progresión dramática sutil y tres personajes centrales: el miserable, Sylvia y su amigo Oreilly, un ex payaso borrachín que conoce algunos secretos.

La diferencia es que mientras Nolan parece un niño exaltado haciendo acrobacias para que los espectadores lo admiren, Capote se hace invisible y construye un relato que le permite a los lectores explorar los matices y las complejidades más inquietantes que deambulan por el alma de cada uno.

2 comentarios:

Patricio Peña Molina dijo...

No he leído ese cuento de Capote, pero de lo que he leído de él precisamente eso es lo que me gusta, que no trata de dejar rastros en su obra para que el lector la alabe, así cuando uno lo comenta puede ir más allá de si su obra es buena o es mal o si esta bien escrita.

L Mery dijo...

me quedo con "True-man"
:)